Honestidad o desvergüenza

El sábado por la mañana tenía que predicar en "Las Acacias", el centro de formación del profesorado madrileño, y el viernes por la noche cumplí el capricho de cenar y asistir a una actuación en "calle 54", el local que montó Fernando Trueba a raíz del disco recopilatorio del mismo título. Alrededor de la media noche entró una cuadrilla alborotada que, con poco respeto al concierto que ya había empezado y al público, pidieron de cenar. Observé que el grupo estaba comandado por los, entonces, ministros Rato y Mitchavilla quienes, con toda su cohorte de aduladores y mantenidos, venían del Congreso, donde se seguía celebrando a esas horas el debate sobre el estado de la nación. Al enojo por irrumpir con tan mala educación en mi capricho se sumó el asco cuando Rato dijo a voz en grito: "a estas horas Labordeta estará diciendo tonterías él solo en el Congreso" y su coro de lameculos le rio la gracia. Me sigue dando asco el personaje, no es odio, es asco.

Por cierto, en todo caso, Labordeta diría tontadas y no tonterías y, en el supuesto de que las dijera, era desde la honestidad y no desde la desvergüenza.

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