Currelas de lo público y toda esa calaña

Siempre he estado convencido de que este país funciona a pesar de sus gobernantes y desgobernantes y, salvo excepciones más dignas de un tratado psiquiátrico que del más elemental sentido común, el personal es formidable (palabra en desuso), como esos voluntarios 4x4 capaces de hacer lo que hay que hacer.

He trabajado en la enseñanza pública desde el curso 1983/1984 hasta anteayer y sé, por experiencia propia y experiencias ajenas, que el personal docente nos las hemos ingeniado para sobreponernos a los absurdos legales que nos han impuesto las modas y las ideologías aplicando el principio pedagógico más elemental, el del oficio por encima del currículo y el de buen juicio por encima del boletín oficial del estado. Siempre he comparado a mis colegas de profesión (y a mi mismo) con ese Asterix legionario y sus felices bárbaros que no acababan de entender las contradicciones del mando (llámese centurión, legislador, ministro o consejero), pero que tenían muy claro que "no hemos venido aquí para pasar el rato".

Siempre me ha dado la impresión de que cuando mi admistración (administraición, la hemos llamado más de una vez) se relajaba (satisfecha ella de haber conseguido encajarnos en el traje a medida de las legiones fueran de la vieja Roma, de los indicadores de logro o de PISA y sus secuaces), nosotros aprovechábamos su presunción para ponernos (una y otra vez) la ropa de faena y seguir en la lógica educativa, salvando montañas curriculares, simas de indicadores y desniveles de desempeño.


Mientras las administraciones en general, en particular y de cualquier color andaban dando palos de ciego cuando llegó el confinamiento, la gran mayoría de mis colegas lo tenían todo controlado o lo controlaron en unos días, haciendo lo que hay que hacer, que es lo que está por encima de todo lo demás.

 Si traslado mi experiencia al terreno sanitario, me reafirmo en lo dicho. Conozco muy de cerca como se ha organizado el personal de los hospitales en equipos multidisciplinares coordinados por los que saben del asunto, sin importar rango para afrontar la crisis del COVID sin esperar las instrucciones de quienes ni las tomaban ni sabían tomarlas (amén de sus esfuerzos, sus carencias, sus incomprensiones...)

Estos días de temporal he estado leyendo que el personal sanitario de las zonas más afectadas como Madrid, se organiza para  intentar llegar a los hospitales a suplir a sus compañeros que cuadruplican turnos, para atender urgencias que les caen cerca de sus casas (en caso de imposibilidad de desplazarse a su puesto de trabajo) o para prestar atención telefónica si no pueden hacer otra cosa.

De hecho, Filomena ha ocultado un clamor sanitario al que hay que prestar más atención a partir de mañana: la atención primaria sabe cómo vacunar al máximo número de personas en el mínimo tiempo y así lo reivindican mientras sus centuriones siguen viéndolas venir jugando al ni sí ni no sino todo lo contrario.

Y me siento bien sabiendo que por encima de la incompetencia de la élite y la estupidez de algunos, mis iguales son y serán quienes nos saquen de esta (y de todas).

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