Libertad de expresión y libertad de odiar

Sé que voy a cosechar algunas críticas entre mis amigos (esas son las que duelen, que soy impermeable a las de los enemigos), pero afirmo que hay una línea bien marcada entre la libertad de expresión y el delito de amenazas. Que un cantante (me resisto a calificar a Hasel de artista, lo mismo que a Bustamante, por ejemplo) rapee soflamas más o menos incendiarias contra la casa real es libertad de expresión, que rime "pena de muerte ya para las infantas patéticas..." lo pone al mismo nivel que esa gentuza uniformada que chateaba sobre matar a más de la mitad de los españoles (el propio Hasel y yo mismo entre otros). A uno le pueden caer mejor o peor Patxi López, José Bono, los socialistos o los peperos y uno es libre de ponerlos a caldo. Pero de ahí  a desear que explote el coche del primero (no sé si con el propietario dentro), que al segundo alguien le clave un piolet en la cabeza (esta vez está claro que con el aludido en cuerpo y alma) o que no se apene de los tiros en la nuca que les dieron a los terceros y cuartos, va la misma diferencia que la existente entre la libertad de expresión y la incitación al odio. 

Y, desde luego, decirle a un testigo de un juicio "te mataré hijo de puta, ya te cogeré", constituye un delito de amenazas de manual.


Miren ustedes, el tal Pablo Hasel puede ser republicano (como yo), de izquierdas (como yo), pero es un individuo con tan mala baba como los mandos militares que nos quieren fusilar desde su grupo de whatsapp, la misma gentuza y de la misma calaña que la fascista que proclamaba el nazismo en el homenaje a la división azul. Y todos ellos deberían estar en el mismo sitio: cumpliendo condena por amenazas e incitación al odio y, a ser posible, en la misma celda, para que debatan sobre la cuestión.

Seguramente andamos faltos de respeto a la libertad de expresión, pero sobrados de gentuza, sea del color que sea.

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