República algún día

Todos los años, una vez pasado el 14 de abril, y tras rememorar aquella República que no pudo ser por la maldita rebelión militar que desembocó en una guerra civil sangrienta y en una no menos sangrienta dictadura (además de por los problemas internos e incomprensiones de los propios republicanos, a los que unió la represión posterior que la ideología) me hago la misma pregunta: ¿veré esa III República que deseo?. Y mis respuestas vienen siendo siempre las mismas.


La situación política de la España actual dista mucho de parecerse a la que proclamó la II República. Tras la larga travesía del desierto que supuso la dictadura franquista, la derecha (y sus centros, si es que existen) se ha posicionado claramente en favor de la monarquía (pese a que con algunos de esos amigos, tal vez la casa real no necesite enemigos), quizás (permítaseme la maldad) porque la monarquía es la heredera histórica de la dictadura, y eso está en el Boletín Oficial del Estado; mientras que la izquierda (y sus centros si es que existen) está, más o menos por el republicanismo, aunque los casos menos extremos su postura sea más testimonial que militante. 

Y, si bien es cierto que en esta izquierda que mira, digamos, hacia el centro, hay quien justifica la monarquía por diversas razones, algunas tan peregrinas como aquello de "imagínese usted a Aznar de presidente de la República" (yo no quiero ni imaginarlo, la verdad) y por otras fundadas en el devenir histórico de la transición que son tan respetables como cuestionables (al fin y al cabo, la Historia está para entenderla, conocerla e, incluso, reconocerla, pero no para condicionar el futuro), no es menos cierto que esa mirada no la encuentro en sentido contrario, es decir, la asunción del republicanismo es una rara avis entre los partidos conservadores y sus simpatizantes: La sociedad polarizada surgida de la dictadura ha simplificado que el republicanismo es patrimonio de la izquierda.

He ahí la gran traba para la llegada de la III República Española: la práctica inexistencia del republicanismo en la España de ideología liberal-conservadora, cosa que no ocurría en la sociedad  de aquellos primeros años del siglo pasado y que permitió el triunfo de la República en unas elecciones, primero locales y, después, generales.

Veamos la composición del parlamento español tras las elecciones de 1931, en las que resultó vencedor el PSOE, seguido a 15 escaños por los radicales de Lerroux (partido que, pese a su nombre, si bien era anticlerical y republicano, también era nacionalista español y anticatalanista y ocupaba lo que ahora llamaríamos centro con tendencias derechistas o izquierdistas dependiendo de la coyuntura). En aquel parlamento, la mayoría republicana estaba conformada, además de por los diputados izquierdistas, por 90 lerrouxistas, 25 de la derecha liberal republicana, 16 del partido republicano federal, 15 de la agrupación al servicio de la república (de Ortega y Marañón), 7 del PNV y diputados de otras formaciones liberal-republicanas o conservador-republicanas... todos ellos de derecha y centro, con diversos matices regionalistas, federalistas o antifederalistas, católicos o anticlericales... Es decir, que de aquellos históricos 437 diputados republicanos, al menos 189 eran liberales, de derecha o de centro.

Si analizamos el gráfico de las elecciones ganadas en 1936 por el Frente Popular (diapositiva 2), comprobamos una tendencia similar (aunque la presencia de la derecha monárquica y/o nacionalista era mucho mayor). Si bien más de la mitad del parlamento era claramente de izquierda, la otra mitad se repartía casi a partes iguales entre el centro o la derecha republicanos y la derecha nacionalista que, posteriormente apoyaría la rebelión militar.






Tal vez, y lo planteo como hipótesis para la España actual, la existencia de un partido republicano a la derecha del PSOE permitiría canalizar el descontento con el régimen monárquico entre los votantes liberales y conservadores que carecen de un referente republicano necesario y facilitaría una visión menos polarizada de una III República posible pero, en las circunstancias actuales, poco probable.

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